«Todo lo negativo, presión, desafíos…son una oportunidad para crecer» Kobe Bryant

Infinidad de veces se ha comentado, se comenta y se comentarán frases del tipo «Ese portero entrena muy bien, pero compite regular…»

Esto tiene mucho que ver con la presión que tiene que soportar el portero y que en muchas ocasiones le desborda haciendo que su rendimiento en la competición sea muy inferior a las cualidades que tiene y demuestra en los entrenamientos.

Esto lleva, por un lado, a desesperar a los entrenadores, que a veces optan por «presionar» para intentar conseguir mejoras en el rendimiento, pero si esa estrategia no mejora la situación (en la mayoría de los casos la empeora) toman la decisión de cambiar de portero, porque les genera inseguridad y desconfianza. Por otro lado, al portero, esta situación le afecta profundamente, llegando a padecer situaciones de ansiedad y a dudar de sus propias capacidades, lo que los lleva en muchos casos a entrar en un «círculo vicioso» que puede conllevar, en su extremo consecuencias graves a nivel deportivo y personal. En tercer lugar, al entorno del portero (padres, pareja, etc…) que en la mayoría de los casos no saben cómo actuar y que en muchos de ellos, no contribuyen a mejorar  la situación, precisamente.

Es conveniente diferenciar un estado de ansiedad, con un estado de estrés o de activación. A mi modo de ver, la que más puede afectar de manera negativa al rendimiento es la ansiedad, debido a que, dependiendo del perfil del portero y de su entorno, es muy probable que la esté generando días antes de la competición, con lo cual, es fácil imaginar el desgaste emocional y hasta físico que produce en el portero para poder competir en condiciones óptimas.

Esta ansiedad puede venir provocada por factores externos, como pueden ser los comentarios de la prensa, redes sociales, del entorno familiar y social, de la necesidad de los puntos en juego, de la situación de inseguridad por mantener el puesto que esté viviendo en el equipo, etc. y por motivos internos, como, por ejemplo, el miedo a fallar, la obligación de demostrar un nivel máximo de juego, un lenguaje interior negativo a la hora de visualizar el partido, etc…

En cambio, estar activado, física y psicológicamente de cara al partido, no solo no es malo, sino que es recomendable, pues estamos preparando al cuerpo y a la mente para la competición. Y en el caso del estrés, el cuerpo se prepara para dar respuesta correcta y adaptada a las exigencias del juego. El estrés puede ser positivo o negativo (distrés) y nos puede hacer tener unas reacciones desmesuradas ante situaciones del juego y por tanto inadaptas, que nos pueden llevar a cometer errores.

Estas situaciones no solo ocurren en el fútbol adulto o de alta competición; desde los más pequeños y en base a como sea su entorno deportivo, social y familiar y como se esté construyendo su carácter, puede afectar a los porteros desde edades muy tempranas.

A nivel de recomendaciones, decir que estas situaciones se pueden revertir, que necesitan de personas expertas para poder tratarlas, pero que con una buena coordinación con el entorno deportivo y familiar y aplicando herramientas de entrenamiento emocional, se mejora y mucho.