«Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás». Erich Fromm

Escucho a diario los comentarios de los porteros con los que hablo, en los que me cuentan cómo es su día a día en los entrenamientos y en la competición.

Los hay que son poco competitivos en general, los hay que son super competitivos y como en cualquier otra situación, están «los intermedios» como yo les llamo.

Los «intermedios» son personas que trabajan cada día con la misma ilusión que los super competitivos y por lógica, con más intensidad e ilusión que los poco competitivos, pero con una característica que les hace ser más productivos que ninguno de los anteriores… no tienen un nivel de autoexigencia por encima de lo normal y de lo que le puede hacer crecer.

Saben que la base del éxito es el trabajo y el esfuerzo, junto a la concentración, la disciplina y el resto de hábitos y el aprendizaje de competencias que necesita dominar para llegar a ser el mejor portero posible; es decir, para poder ofrecer su mejor versión.

Su virtud radica en relativizar, tanto el nivel de autoexigencia, como el nivel de ansiedad previa a la competición e incluso a los entrenamientos, de tal manera que tanto la autoexigencia, como el estado de alteración y de desconcentración que propicia la ansiedad, no afecten al rendimiento de cada día en el aprendizaje y por tanto en el nivel de juego y de competitividad.

¿Es necesario auto exigirse? Sin duda SI. ¿Es recomendable un nivel muy alto de autoexigencia? En mi opinión NO. Es relativamente frecuente que me encuentre con porteros que hacen gala de un excesivo grado de exigencia consigo mismo y por tanto con los demás y en estos casos, si profundizamos un poco en el perfil del jugador, salen a la luz algunas características de su personalidad que no son precisamente favorecedoras para el aumento de su rendimiento deportivo, pero a la vez tampoco lo son, ni para su relación consigo mismo, ni de cara a mantener unas sanas relaciones sociales.

Es muy importante para el fútbol y para la vida tener un carácter equilibrado, para poder ver las situaciones que se nos presentan de manera racional, darles la importancia que realmente tienen y buscar soluciones para una mejora continua.

En definitiva, si no nos exigimos a nosotros mismos para dar el 100 %, estaremos perdiendo tiempo de aprendizaje y esto nos puede pasar factura en el futuro; pero si nos exigimos por encima de lo que debe ser y siempre tenemos en nuestra mente y en nuestra conversación frases del tipo «Nunca es suficiente» «Tengo que conseguir hacer los partidos perfectos» y el afán por ser infalible no nos deja disfrutar del juego, de los compañeros, nos agría el carácter y nos genera frustración, entonces estaremos siendo víctimas de la autoexigencia excesiva.