«Hay cuatro cosas que si no se abren no sirven para nada… un libro, un paraguas, la mente y el corazón»
Cuando mi hijo me dijo hace dieciséis años que quería ser portero, yo no le hice mucho caso, por varios motivos; entre otros, porque pensaba que era un «calentón» al ver vídeos de mi etapa como portero y acompañarme a los entrenamientos que realizaba en mi escuela.
Mi intención siempre fue que hiciese deporte y lo incorporase a su vida como el mejor complemento posible a sus estudios y a su vida social. Le inicié en la natación y le gustaba, pero me seguía repitiendo que quería ser portero; así que no tuve alternativa porque no había nada en su vida que igualase a esas ganas irrefrenables de ser portero, y empezó a entrenar.
Todo esto lo escribo para constatar, que lo más importante que necesita un portero para intentar ser profesional, es la actitud, el querer intentarlo; pero querer de verdad, sin que haya obstáculos que le impidan ir a entrenar, sin que nada sea más importante que su intención de mejorar; porque si es así, las cualidades como el espíritu de sacrificio, la resiliencia, la constancia en el trabajo, la responsabilidad en todo momento con su aprendizaje, con sus compañeros, con su club… son más fáciles de adquirir y de aprender y eso le empieza a hacer ser diferente y notable.
Querer ser el mejor portero posible debe convertirse en el eje principal de su vida y si se conduce de una manera adecuada, le llevará a ser mejor estudiante, mejor hermano, aumentará la calidad de la comunicación con sus padres, etc…
Como padre de portero, la mejor experiencia que he podido vivir ha sido tener la oportunidad de poder disfrutarle y no me refiero a los éxitos deportivos, me refiero a la cercanía a él como persona, con sus alegrías y sus frustraciones, con sus sueños y sus desencantos.
Ha sido y es una oportunidad única en la vida, ha sido el vehículo perfecto para sacarle partido a mi relación con él y a entenderle mejor, más allá de la categoría a la que haya podido llegar; os puedo asegurar que prefiero tener una muy buena relación con un hijo que juegue en categorías amateurs, que una relación deficiente o distante con un hijo que sea profesional, porque por encima de todo es mi hijo y el período deportivo en su vida, concluirá antes o después, quedando para siempre los recuerdos y las vivencias y si estas son buenas, tendrán cada día más valor y se convertirán en irreemplazables.
Poder ser su persona de confianza, ser el soporte en los malos momentos, ser la persona con la que se ha querido sincerar… los que sois padres estaréis de acuerdo conmigo, que poder ser eso para un hijo, no tiene precio; son escenarios que soñamos desde antes de que nazcan; por tanto, os digo que gracias al fútbol y a su pasión por la portería, tenéis como padres de porter@, una oportunidad única.