“La competición te hace mejor siempre, siempre te hace mejor, incluso si el competidor gana”.
Carlos Slim
En alguna ocasión, todos hemos escuchado o leído una frase parecida a esta “Que bien compite ese portero” y siempre nos generado una opinión positiva sobre el portero en cuestión y sobre su juego, generando una sensación de ser afortunado, diferente, que está por encima de los demás, etc.
¿Y a qué atribuimos esa capacidad para competir bien? ¿Realmente creemos que es un portero “tocado por los dioses” y por tanto un privilegiado?
En mi opinión, exceptuando los casos de aquellos porteros que efectivamente tienen un “algo especial” que a veces parece que escapa a lo humano y va más allá de lo que podemos hacer los mortales, la verdad es que la gran mayoría de porteros que tiene éxito no es ni por casualidad, ni por poderes sobrehumanos, es en base al trabajo diario.
El trabajo es sin lugar a dudas el motor principal para conseguir los resultados que se pretenden y concretamente en el tema que nos ocupa, para ser porteros competitivos.
Si desde pequeños tienen claro que el trabajo conlleva sacrificios, si lo se aceptan de buen grado y lo incorporan de manera natural a su día a día, los logros se alcanzarán con menos esfuerzo y habrán ganado mucho terreno en su carrera deportiva; sobre todo en ciertas edades en las que se cruzan en sus vidas una serie de reclamos y distracciones, sobre todo de tipo social que pueden hacerles perder el foco de sus objetivos deportivos e incluso académicos, con la particularidad que el tiempo pasa muy rápido y en la mayoría de los casos, para cuando quieren reaccionar ya es tarde y con los años incorporan a sus conversaciones sobre fútbol frases del tipo de “Yo, porque fui tonto y no estaba centrado de verdad en el fútbol, pero si me lo hubiera tomado en serio, tenía cualidades para haber sido profesional; eso me decían todos los entrenadores pero yo no hice caso. Si volviera a tener 15 años sabiendo lo que sé ahora…”.
En cualquier caso, el trabajo que conlleva la preparación de un portero que quiere aspirar a ser profesional, como siempre digo, comienza mucho antes de ponerse los guantes. Empieza en casa, siendo disciplinado, teniendo hábitos formativos, orientando sus esfuerzos hacia objetivos definidos y todo esto se puede ir obteniendo desde el autoconocimiento.
Conocerse bien para poder sacar el mayor partido posible de las habilidades propias y aprendiendo a incorporar las que no tienen, de tal manera, que además de tener una buena actitud en el adiestramiento técnico, físico y táctico, estar en la mejor predisposición posible en el aspecto emocional y psicológico para poder afrontar con garantías todos los retos que el fútbol les va a poner en su carrera.